Hoy he vuelto de León, no pude venirme antes por la nevada, y al final tuve que quedarme teletrabajando por allí. Un frío de narices y nada de nieve. Es curioso que piense en que esta gran nevada podría haberla pasado con ella, en nuestra casa, acurrucados viendo Netflix, saldríamos a dar un paseo, jugaríamos con la nieve como cuando fuimos a Granada. Mi mente imaginaba con anhelo esa situación, esa posible vida que podría haber sido. PERO no. Tal vez en otra realidad paralela existan otro Dani y otra Sara que si lo estén viviendo así y que sean felices, me alegro por ellos. Nosotros estamos en esta, en la de la relación tóxica, en la del pueblo, en la del buitre, en la de soy la peor persona del mundo, en la de no querer saber nada el uno del otro. Creo al menos, por mucho que me duela, me entristezca y me fastidie rendirme con lo que quiero que he hecho bien. Me cuesta mucho hacerme a la idea de un mundo que no será como el que me imaginaba estos días pero es lo que hay. He hecho bien en contar todo hasta al panadero. Necesitaba una presión de grupo enorme, no para odiarla, sino para entender que no es algo normal lo que ha pasado, que no es normal que alguien te “quiera” tanto y te rompa. Es algo que ya he repetido mucho pero que me costaba creer. Sigo sin encontrar a nadie que lo vea normal, toda esta historia. Quise que ella le diese su versión a Jaime para que él pudiera ser más objetivo conmigo, es un buen amigo, porque siempre me dice lo bueno y lo malo de lo que hago, pero sólo le dio un resumen escueto de donde no pudo sacar nada. En fin…

Recuerdo una de las primeras cosas que me dijo mi jefe cuando entré a trabajar y me empezó a dar formación, que he estado recordando este tiempo: “Dos personas leen el mismo libro y cada una te lo cuenta de manera diferente” y es verdad. Yo cuento la historia, explico porque me dejó, sus razones, las que ella me dio, lo que yo contesté. Ella cuenta la historia, las razones que dio. Una misma historia. No pensaba escribir más sobre esto, pero bueno, como me he acordado pues otra vez. Ya no es algo que me quite el sueño como los primeros meses desde luego.

He decidido volver a hablar con mi madre, no quiero ser como ella en ese sentido, del voto de silencio, lo estuve hablando con mi padre. Se ha limpiado la calle con los vecinos y les ha dejado las palas que teníamos por casa para hacerlo. Buena con el resto, orgullosa y soberbia con la familia. Al menos se vuelve a hablar con mi tío… Se ha roto la caldera y la soldadura de una viga del tejado por la nieve, a ver cómo la arreglo. Aunque no es mala excusa para pillarme un equipo de soldadura de hilo, que ya tenía ganas. En fin querido diario, querido blog. Seguiré plasmando todas mis penas que curiosamente han tenido siempre que ver con lo mismo, y todavía queda más. Me relaja escribir la verdad, me quedo mejor, aunque realmente no solucione ninguno de mis problemas mentales, ni si quiera el de la viga.